El tema de las residencias es un tema muy controvertido, por una parte, podemos opinar que en ciertos casos es necesaria la asistencia residencial, sobre todo para aquellas personas que por enfermedades mentales graves necesitan estar las 24 horas del día atendidas y controladas. Pero, esta atención no podría también darse en un medio más cercano e integrador para esa persona?
Cuando decimos que la residencia es el medio más educado para dar respuesta a las necesidades de las personas usuarias, la mayoría de las veces estamos intentando engañarnos a nosotrxs mismxs. Lo que en realidad queremos decir, es que es el medio más educado para dar respuesta a las necesidades y/o deseos de las familias de lxs usuarixs.
Las residencias son sobre todo “aparcaderos de personas. Cuando la familia o el/la cuidador/a informal, (90% de las veces cuidadora), siente que la situación le ha superado y no es capaz de dar respuesta a las necesidades que pueda tener la persona dependiente, se pone en contacto con las instituciones en búsqueda de soluciones.
En la cabeza de las mayoría de las personas ya se encuentra la solución perfecta: la residencia, sin pasárseles por la cabeza la posibilidad de otras alternativas. Desgraciadamente, ésta es la misma visión que dan las instituciones desde el primer momento.
A partir de aquí nos encontramos con un problema muy grave. La saturación de las residencias. En la mayoría de lugares, la residencia están llenas, lo que genera una gran lista de espera y aumenta, aún más si cabe, la sensación de hastío de las personas cuidadoras.
No podemos negar, la existencia de casos extremos en los que la asistencia residencial puede ser la más adecuada, sobre todo en el caso de personas que necesitan una gran atención médica. Pero para el resto de casos, la alternativa es posible y a todas luces, y desde todos puntos de vista, más beneficiosa tanto para la persona usuaria, la sociedad en su conjunto y para la propia administración.
En casi la totalidad de los casos, las residencias están pensadas para personas muy mayores y con un alto grado de dependencia, que por diferentes circunstancias se han quedado solas en su domicilio, o para parejas muy mayores en las que ambxs son dependientes.
En estos casos, el itinerario tradicional ha sido el siguiente:
- En un primer momento lxs hijxs se hacen cargo de sus padres/madres, (la mayoría de las veces también son las hijas), llevándoselos a vivir con ellxs a su casay solicitando a la administración un servicio de ayuda a domicilio, (sobre el que ya hablaremos más adelante). Esto supone, para la persona mayor la pérdida de su intimidad y de parte de su autonomía. En el grueso de los casos esto supone también el desalojo del domicilio habitual de estas personas y su ocupación por otros miembros de la familia, su alquiler o su venta, perdiendo también de este modo su patrimonio.
- Tras pasar un tiempo X. viviendo en casa de unx o de más de sus hijxs, (oye ahora te toca a ti, no yo ya lo tuve el mes pasado, joder pues a mí me viene fatal…), se decide internarlo en una residencia. Se acude entonces a hablar con las administraciones competentes en materia de asuntos sociales, quienes, como ya he dicho antes, ofrecen como única solución el internamiento en el medio residencial, lo que por otra parte, era lo que lxs familiares esperaban oír.
Pero no son las personas mayores las únicas que por ciertas circunstancias de la vida se ven abocadas a vivir en el medio residencial. Personas con gran discapacidad física que anteriormente vivían solos o con otros familiares y que por diferentes causas ya no pueden, o no quieren, seguir haciéndolo no encuentran otra alternativa que no sean las residencias.
Si tomamos en cuenta únicamente, criterios económicos, a simple vista, prueba que el gasto que supone una plaza residencial es infinitamente mayor que el gasto que supondría que la persona dependiente contara con una asistencia personalizada, incluso, durante las 24 las del día. Y esto, es lo que muchas personas con discapacidad física y muchas personas mayores, demandan a las instituciones.
El contar con asistencia personal, permite que muchas personas dependientes físicamente pero con perfecta capacidad para tomar sus propias decisiones, puedan vivir de forma autónoma, en sus propios domicilios, sin abandonar su entorno social y familiar y formando parte integral del resto de la ciudadanía.
En otras provincias de nuestro entorno, Gipuzkoa sin ir más lejos, ya existen programas de vida independiente impulsados desde la administración, en los que las personas usuarias cuentan con una aportación económica para pagar a una persona que les ayuda a realizar las tareas de la vida diaria en las que precisan colaboración.
No hay que confundir esto con la ayuda a domicilio. La ayuda a domicilio es estrictamente para eso, el domicilio, limitándose a cubrir ciertas funciones que, a pesar de que se pueda pensar que son las imprescindibles para la vida diaria, no son ni mucho menos las imprescindibles para una vida diaria plena.
La asistencia personal cubre todas las necesidades, más otras muchas que se puedan dar dentro del domicilio, pero también todas aquellas que puedan surgir fuera de él. Hacer posible ir a la compra, al cine, realizar un viaje, acudir a cursos, y todo lo que se nos pueda imaginar pero siempre de forma autónoma.
No creo, que puede haber nadie con dos dedos de frente que en estos casos me defienda el medio residencial frente a la asistencia personal, ni por el beneficio para la persona usuaria, ni por el beneficio para la sociedad ni siquiera por el beneficio que puede suponer para las administraciones.
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